domingo, 22 de septiembre de 2013

Porque fracasan las dietas?

¿Porque fracasan las dietas?.

El condicionamiento alimentario de cada especie animal es diferente. Por ejemplo los animales que se alimentan de un solo tipo de alimento (monóvoros) al tener hambre comen y luego se detienen cuando están saciados, pero los animales omnívoros       (que comen de todo) como el hombre, se le agrega el gusto por la satisfacción y el placer de comer. Si en un medio de abundancia le ponen a elegir alimentos a su gusto, usted siempre elegirá para comer aquellos alimentos que tengan buen sabor hasta que, en un momento determinado entre en conflicto la saciedad con el placer de comer, es decir, después de estar satisfecho se puede comer aún mucho mas de lo que usted se imagina. Esa sensación de placer puede actuar positiva o negativamente sobre nuestra saciedad. A medida que vamos sintiendo la llenura gástrica va disminuyendo también nuestro disfrute de la comida, pero cuando estamos haciendo una dieta donde haya muy poca gratificación del paladar, por supuesto que llenaremos nuestro estómago y disminuirá la sensación de hambre, pero como nuestro paladar no se encuentra satisfecho y por lo tanto nuestra oralidad, sentiremos la necesidad, casi compulsiva, de comer alguna “otra cosa” adicional, algo que satisfaga y estimule nuestro paladar produciéndonos esa sensación de placer que tanto necesitamos para percibirnos satisfechos y ese “algo sabroso” es por regla general un carbohidrato. Las posibilidades de sucumbir ante la “tentación del alimento prohibido llegan al máximo justo en ese momento. Esto ocurrirá mas temprano que tarde, dependiendo de la fuerza de voluntad que tengamos y una vez conseguida la excusa que nos permita comer el alimento que se encuentre prohibido, nos lanzaremos a comerlo ávidamente. Al finalizarlo, nos asalta un sentimiento de remordimiento post-prandial  o complejo de “Adán y Eva”, caracterizado por esa mezcla de depresión, frustración y rabia que nos invade luego de comer el alimento NO permitido en la dieta.. Este es el sentimiento que nos destierra de esa especie de paraíso terrenal y nos lanza hacia el mundo del engorde y la frustración y que ejemplifica la debilidad de la carne por las cosas placenteras. La manzana en el paraíso es la primera simbolización del alimento como necesidad vital. La comida, la ingesta de alimentos, es la primera representación de lo deseado, lo vital, lo importante. Recordemos que Esaú cambió su progenitura por un plato de lentejas y seguramente Caín y Abel se pelearon como hicieron después los ganaderos contra los agricultores y viceversa. Nuestra historia sobre la tierra se encuentra repleta de hechos que reflejan nuestro gusto, la apetencia por las cosas buenas y sabrosas y esa terrible debilidad que sentimos por todo aquello que se nos prohíbe.
Siempre tendremos la convicción de haber aumentado de peso con ese “pequeño pecado” de comida extra que ingerimos. Nos asaltará la sensación de frustración y de rabia que recorrerán nuestro cuerpo debilitando, poco a poco, nuestra decisión de permanecer haciendo dieta. Esta historia se repite cientos de veces a lo largo de nuestra vida con cada dieta que nos proponemos hacer.
Por supuesto existen dietas mas tolerables que otras tomando en cuenta una línea de tiempo. Esto va a depender del gusto o la afinidad que tengamos por el alimento o grupo de alimentos que predominen en una dieta o la tolerancia que se tenga de este en dicho régimen alimenticio. Por lo tanto existirá siempre detractores y/o promotores de una u otra dieta entre las miles que se encuentran en el mercado dietético - literario.
A medida que la vida nos va llevando de su mano, las personas como usted o como yo, vamos aprendiendo a comer en una forma dinámica y por lo tanto cambiante. El hábito que adquirimos está determinado, al principio, por los hábitos familiares que vamos amoldando a nuestro propio gusto, paladar y personalidad. Si esta forma de comer, por supuesto influenciada pero no determinada por nuestros padres, se enmarca dentro de los patrones de una dieta desbalanceada e hipercalórica, pero que satisface a nuestro paladar, estaremos fijando en nuestro subconsciente una dieta de “engorde” que nos ocasionará ir aumentando, progresivamente, de peso y así nos vamos convirtiendo en seres cada vez mas sedentarios. Una vez que hemos acumulado suficiente grasa en nuestro cuerpo, sobretodo alrededor de nuestra cintura y nuestra “imagen corporal” ya no se enmarca dentro de esa imagen corporal que soñamos tener, surge el conflicto que nos lleva  primero a hacer dieta por nuestra cuenta para luego comenzar a practicar las dietas de magazines, como esas que “ supuestamente” realizan los ricos y famosos, o también aquella dieta “flash” que nos dio una amiga durante aquella fiesta y a la cual vimos repentinamente flaca , o las dietas de las sopas, la del atún o la de la piña, etc. o esas dietas que  promocionan por la televisión y que nos garantiza que según la fórmula asombrosa del producto “X” , sin dieta y sin ejercicio, perderemos 10 kilos en 2 días y nunca mas lo volveremos a ganar.
Mientras nos asalta esa furia por las dietas y los productos dietéticos, aprovechamos el  momento y compramos una bicicleta estacionaria y la colocamos en el cuarto. En nuestra imaginación nos vemos haciendo ejercicio todos los días, sudando y cambiando nuestro cuerpo regordete por el nuevo cuerpo de “modelo de publicidad de bicicletas estacionarias” matando de envidia a nuestros amigos. Pero la realidad es otra. Estas y otras máquinas de ejercicios estacionarios las utilizamos religiosamente las primeras 3 semanas, luego nos vamos fabricando excusas para usarlas cada vez menos hasta que, al final, tratamos de ocultar su presencia en nuestro cuarto. Ella señala con su manubrio acusador hacia nuestro abdomen el cual vuelve a ser cada día mas prominente.  Llega entonces el momento en que tratamos de sofocarla cubriéndola con nuestra ropa, toallas, calcetines y todo lo que podamos ponerle encima y nos olvidamos de ella. Poco tiempo después, con el alegato que necesitamos mas espacio en la habitación, la llevamos al maletero donde la arrinconamos junto a la trotadora, el aparato de gimnasia pasiva, el remo, las ligas y las pesas.

Cuando vemos que las dietas milagrosas no funcionan y percibimos que no es totalmente cierto aquel proverbio mil veces repetido: “cierra el pico y haz ejercicios”, sentimos que es urgente la guía o el consejo del especialista. Es en ese momento cuando decidimos asistir a la consulta del dietista de mas renombre entre nuestros amigos o el que nos recomendó la amiga que adelgazó muchísimo. Así dejamos atrás, temporalmente, nuestro patrón de alimentación y comenzamos a guiarnos por el esquema nutricional que nos suministrará el especialista.

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