¿Porque fracasan las dietas?.
El condicionamiento alimentario de cada especie
animal es diferente. Por ejemplo los animales que se alimentan de un solo tipo
de alimento (monóvoros) al tener hambre comen y luego se detienen cuando están
saciados, pero los animales omnívoros
(que comen de todo) como el hombre, se le agrega el gusto por la
satisfacción y el placer de comer. Si en un medio de abundancia le ponen a
elegir alimentos a su gusto, usted siempre elegirá para comer aquellos
alimentos que tengan buen sabor hasta que, en un momento determinado entre en
conflicto la saciedad con el placer de comer, es decir, después de estar satisfecho se puede comer aún mucho mas de lo que usted
se imagina. Esa sensación de placer puede actuar positiva o negativamente
sobre nuestra saciedad. A medida que vamos sintiendo la llenura gástrica va
disminuyendo también nuestro disfrute de la comida, pero cuando estamos
haciendo una dieta donde haya muy poca gratificación del paladar, por supuesto
que llenaremos nuestro estómago y disminuirá la sensación de hambre, pero como
nuestro paladar no se encuentra satisfecho y por lo tanto nuestra oralidad,
sentiremos la necesidad, casi compulsiva,
de comer alguna “otra cosa” adicional, algo que satisfaga y estimule nuestro
paladar produciéndonos esa sensación de placer que tanto necesitamos para
percibirnos satisfechos y ese “algo sabroso” es por regla general un
carbohidrato. Las posibilidades de sucumbir ante la “tentación del alimento
prohibido llegan al máximo justo en ese momento. Esto ocurrirá mas temprano que
tarde, dependiendo de la fuerza de voluntad que tengamos y una vez conseguida
la excusa que nos permita comer el alimento que se encuentre prohibido, nos
lanzaremos a comerlo ávidamente. Al finalizarlo, nos asalta un sentimiento de remordimiento post-prandial o complejo de “Adán y Eva”, caracterizado por
esa mezcla de depresión, frustración y rabia que nos invade luego de comer el
alimento NO permitido en la dieta.. Este es el sentimiento que nos destierra de
esa especie de paraíso terrenal y nos lanza hacia el mundo del engorde y la
frustración y que ejemplifica la debilidad de la carne por las cosas
placenteras. La manzana en el paraíso es la primera simbolización del alimento como necesidad vital.
La comida, la ingesta de alimentos, es la primera representación de lo deseado,
lo vital, lo importante. Recordemos que Esaú
cambió su progenitura por un plato de lentejas y seguramente Caín y Abel se
pelearon como hicieron después los ganaderos contra los agricultores y viceversa.
Nuestra historia sobre la tierra se encuentra repleta de hechos que reflejan
nuestro gusto, la apetencia por las cosas buenas y sabrosas y esa terrible
debilidad que sentimos por todo aquello que se nos prohíbe.
Siempre tendremos la convicción de haber aumentado de
peso con ese “pequeño pecado” de comida extra que ingerimos. Nos asaltará la
sensación de frustración y de rabia que recorrerán nuestro cuerpo debilitando,
poco a poco, nuestra decisión de permanecer haciendo dieta. Esta historia se
repite cientos de veces a lo largo de nuestra vida con cada dieta que nos
proponemos hacer.
Por supuesto existen dietas mas tolerables que otras
tomando en cuenta una línea de tiempo. Esto va a depender del gusto o la
afinidad que tengamos por el alimento o grupo de alimentos que predominen en
una dieta o la tolerancia que se tenga de este en dicho régimen alimenticio.
Por lo tanto existirá siempre detractores y/o promotores de una u otra dieta
entre las miles que se encuentran en el mercado dietético - literario.
A medida que la vida nos va llevando de su mano, las
personas como usted o como yo, vamos aprendiendo a comer en una forma dinámica
y por lo tanto cambiante. El hábito que adquirimos está determinado, al
principio, por los hábitos familiares que vamos amoldando a nuestro propio
gusto, paladar y personalidad. Si esta forma de comer, por supuesto
influenciada pero no determinada por nuestros padres, se enmarca dentro de los
patrones de una dieta desbalanceada e hipercalórica, pero que satisface a
nuestro paladar, estaremos fijando en nuestro subconsciente una dieta de “engorde” que nos ocasionará ir
aumentando, progresivamente, de peso y así nos vamos convirtiendo en seres cada
vez mas sedentarios. Una vez que hemos acumulado suficiente grasa en nuestro
cuerpo, sobretodo alrededor de nuestra cintura y nuestra “imagen corporal” ya
no se enmarca dentro de esa imagen corporal que soñamos tener, surge el
conflicto que nos lleva primero a hacer
dieta por nuestra cuenta para luego comenzar a practicar las dietas de
magazines, como esas que “ supuestamente” realizan los ricos y famosos, o
también aquella dieta “flash” que nos dio una amiga durante aquella fiesta y a
la cual vimos repentinamente flaca , o las dietas de las sopas, la del atún o
la de la piña, etc. o esas dietas que
promocionan por la televisión y que nos garantiza que según la fórmula
asombrosa del producto “X” , sin dieta y sin ejercicio, perderemos 10 kilos en
2 días y nunca mas lo volveremos a ganar.
Mientras nos asalta esa furia por las dietas y los
productos dietéticos, aprovechamos el
momento y compramos una bicicleta estacionaria y la colocamos en el
cuarto. En nuestra imaginación nos vemos haciendo ejercicio todos los días,
sudando y cambiando nuestro cuerpo regordete por el nuevo cuerpo de “modelo de
publicidad de bicicletas estacionarias” matando de envidia a nuestros amigos.
Pero la realidad es otra. Estas y otras máquinas de ejercicios estacionarios
las utilizamos religiosamente las primeras 3 semanas, luego nos vamos
fabricando excusas para usarlas cada vez menos hasta que, al final, tratamos de
ocultar su presencia en nuestro cuarto. Ella señala con su manubrio acusador
hacia nuestro abdomen el cual vuelve a ser cada día mas prominente. Llega entonces el momento en que tratamos de
sofocarla cubriéndola con nuestra ropa, toallas, calcetines y todo lo que
podamos ponerle encima y nos olvidamos de ella. Poco tiempo después, con el
alegato que necesitamos mas espacio en la habitación, la llevamos al maletero
donde la arrinconamos junto a la trotadora, el aparato de gimnasia pasiva, el
remo, las ligas y las pesas.
Cuando vemos que las dietas milagrosas no funcionan y
percibimos que no es totalmente cierto aquel proverbio mil veces repetido:
“cierra el pico y haz ejercicios”, sentimos que es urgente la guía o el consejo
del especialista. Es en ese momento cuando decidimos asistir a la consulta del
dietista de mas renombre entre nuestros amigos o el que nos recomendó la amiga
que adelgazó muchísimo. Así dejamos atrás, temporalmente, nuestro patrón de
alimentación y comenzamos a guiarnos por el esquema nutricional que nos
suministrará el especialista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario